jueves, julio 12, 2012

La Mano Negra


Versión 1

La Mano Negra

En algún momento de principios del siglo XX, en el barrio neoyorkino de Little Italy, un joven Vito Corleone, de origen Vito Andolini, acude a un teatro musical con su amigo, que será su socio y consigliere, Genco Abbandando. Genco quiere enseñarle a Vito a una actriz de la que se ha enamorado. Cuando ella sale al escenario y ambos la están admirando, un hombre se levanta algunas filas más adelante y Genco, cabreado, le insulta y le conmina a que se quite. Cuando el hombre se vuelve, Genco se da cuenta de que es don Fanucci, el mafioso del barrio, y le pide perdón humildemente. Vito le pregunta quién es ese tipo y Genco, por toda respuesta, contesta: la Mano Negra.
Ésta es la referencia a este concepto que está más mano del común de los mortales de hoy en día (al menos del común cinéfilo) sobre la Mano Negra. Pero es bastante más que una organización mafiosa. En España, de hecho, tuvo otro significado, aunque sin perder los elementos de secretismo y clandestinidad. Hoy quiero hablaros de esa Mano Negra y del sonadísimo proceso judicial de que fue objeto, proceso en el que se dictaron ocho condenas a muerte. Ocho. Ni Franco superó eso.
Estamos en el último cuarto del siglo XIX. En Andalucía. Un lugar con extensas zonas rurales a las que la mano policial y gubernamental llega malamente, a pesar de que hace ya algunos años que el entonces jefe de gobierno Ramón María Narváez ha impulsado la creación, precisamente, de la Guardia Civil para cambiar eso. En la zona de influencia de la villa gaditana de Arcos de la Frontera se han producido diversos hechos que han culminado con la muerte de algunas personas. Sin embargo, las autoridades se encuentran con la sorpresa de que, al interrogar a los parientes y deudos de las víctimas, estos niegan la existencia de agresiones o asesinatos, y refieren extrañas, a menudo incoherentes, historias de accidentes laborales y otras desgracias fatales. Las autoridades se empeñarán en investigar estos hechos, y acabarán por encontrar un caso; todo un caso.

Los acusados, en la cárcel de Cádiz junto con otros anarquistas.


Pero vayamos por partes. Hablemos un poco, antes, de anarquismo.
En el congreso obrero de La Haya, celebrado en 1872, el marxismo de Marx y Engels se separó definitivamente, y de momento para siempre, del anarquismo que, con sus diversos matices, fue desarrollado por autores como Proudhon, Bakunin o Kropotkin. Asimismo, el anarquismo pronto se distinguió entre lo que se denomina anarquismo individualista y anarquismo comunista. Ambas ideologías propugnan la eliminación de la propiedad privada, pero mientras una la acepta para los bienes de consumo, la otra va al copo y exige la total colectivización de todo y defiende ideas como el egalitarismo, es decir que en una unidad de producción, por ejemplo una empresa, todo el mundo gane exactamente lo mismo.

La primera revolución de izquierdas de la Historia de España es La Gloriosa de 1868, madre de una Constitución, la de 1869, que es quizá la más bella de todas las constituciones hechas en España. Esta revolución levantó ciertas ilusiones entre los grupos obreristas, pero lo cierto es que tras la reacción conservadora que se produjo en toda Europa tras la revuelta de la Comuna en París, la Internacional obrera fue ilegalizada en España. Aún así, los grupos anarquistas sobrevivieron de forma semiclandestina. El final del sueño republicano tras la entrada de Pavía en el Congreso y la saguntada provocó una persecución cerril por parte del nuevo régimen restaurador en la persona de los anarquistas, los cuales, como reacción lógica, se radicalizaron, abrazando el anarquismo comunista y la metodología de la acción directa, que fácil y rápidamente deriva en el simple y puro terrorismo. Será un anarquista italiano con nombre de entrenador del Jerez CF, Angiolillo, quien mate a Cánovas, el gran representante de ese régimen represor.

A partir de 1881, el régimen de la Restauración abre un poco la mano, y es el momento en el que se produce el enfrentamiento entre los dos grandes focos, y las dos grandes sensibilidades, del anarquismo español. Porque anarquistas los había en muchos lugares, pero sus principales viveros eran el campo andaluz (del sur de Andalucía sobre todo, ya que el norte, Jaén sobre todo, siempre ha sido de una orientación más marxista) y las industrias catalanas. En ambos casos hablamos de obreros y jornaleros que trabajaban por salarios de miseria, pero las miserias eran distintas, porque los catalanes, con un nivel de vida un poco mejor y con unos patronos algo más dialogantes que los terratenientes, tenían aspiraciones a ser legales y poder, por lo tanto, negociar, con dureza, pero negociar. El anarquismo andaluz, consciente de que la negociación es poco menos que imposible, es en aquellos tiempos, sin embargo, un anarquismo de enfrentamiento y acción directa; como lo acabará siendo también el catalán, pero más tarde.

Mientras el anarquismo catalán ambiciona la creación de una confederación del trabajo (cosa que hará en la segunda década del siglo XX), el anarquismo andaluz deriva hacia otro modelo: el modelo de sociedades secretas, pequeñas células de juramentados, dedicados al atentado personal, el secuestro de terratenientes y el incendio de cosechas como método de presión. La Mano Negra.
Allá por 1883, y como respuesta a estos atentados, las fuerzas económicas del sur andaluz, sobre todo las gaditanas y jerezanas, deciden actuar contra estos grupúsculos, y montan la investigación de esos presuntos crímenes, comandada por el sargento Oliver.
El salto cualitativo en las investigaciones lo dio un comandante de la Benemérita, llamado Pérez Monforte según mis noticias, el cual encuentra un día un cuadernillo de notas manuscrito. Este cuadernillo, cuyo contenido y origen son hoy aún discutidos, se tomó por parte de los investigadores como ejemplar de la sociedad secreta la Mano Negra, es decir como prueba fehaciente de la existencia de esta sociedad secreta o, diríamos hoy, célula terrorista de legales.
El inicio del documento es una prueba más de literatura anarquista, no exenta de interesante carga lírica: «Cuando existe en la tierra para el bienestar de los hombres ha sido creado por la actividad fecunda de los trabajadores; la absurda y criminal organización social hace que aquéllos produzcan mientras que los ricos se quedan el fruto de su esfuerzo; debe mantenerse un odio profundo hacia todos los partidos políticos; es ilegítima cualquier propiedad adquirida con el trabajo ajeno, aunque sólo sea por la renta y el interés; y sólo es realmente legítima la lograda por el trabajo personal y directo».
Según dichos estatutos, la Mano Negra trabajaba mediante un denominado Tribunal Popular, que era el que decidía las acciones a tomar. Revelar la existencia de la Mano Negra estaba prohibido y el castigo por hacerlo, en una dicotomía la verdad un poco radical, podía ser «suspensión temporal o muerte violenta». Los miembros de la sociedad secreta estaban obligados a seguir sus vidas y mantener sus oficios, percibirían una especie de sueldo pero nunca podrían comentar con nadie su cuantía e ingresaban en la organización, como en las bandas y en las mafias, mediante la realización de «un servicio», más que probable eufemismo de acción terrorista. El objetivo de la Mano Negra era, literalmente, «castigar los crímenes de los burgueses por todos los medios a su alcance, bien a través del fuego, el hierro, el veneno o mediante cualquiera otra manera». En otro punto, los estatutos recuerdan que «es deber de los miembros enseñar a sus hijos y en general a todos los trabajadores a tener odio a los ricos y a todo el que quiera dominarlos o pretenda vivir a costa del trabajo de los demás».
El descubrimiento de los Estatutos de la Mano Negra fue un hecho de gran importancia, porque puso en manos de los representantes políticos y sociales de la zona la prueba irrefutable de que el gobierno Sagasta tenía que usar la mano dura contra la mano negra. En muy pocas semanas, Sagasta cumplió con lo que se esperaba de él. Nombró un juez especial e incluso habilitó un edificio concreto, el convento de Santa Catalina en Cádiz, como cárcel para los detenidos. Se tomaron medidas legales y administrativas, entre ellas el reforzamiento de los efectivos de la Guardia Civil en la zona y el desplazamiento del general Polavieja a la provincia. En apenas unas semanas, centenares de jornaleros fueron detenidos y encarcelados, acusados de ser miembros de la Mano Negra. Llegaron a ser más de mil. La verdad es que bastaba la sospecha de un terrateniente para que alguien fuese trincado.
Para entonces, el asunto de la Mano Negra había alcanzado el estatus de asunto de interés nacional. Entre mayo de 1883 y septiembre de 1884 se celebraron la friolera de 74 juicios distintos, en los que fueron condenados más de 100 imputados, doce de los cuales lo fueron a muerte.

De toda esta miríada de asuntos destacan cuatro como los grandes juicios de la Mano Negra. Se trata de los asesinatos de Fernando Olivera, Antonio Vázquez, Bartolomé Gago y el matrimonio formado por Juan Núñez y María Labrador.

Olivera fue atacado por dos individuos, Cristóbal Durán y Jaime Domínguez, el 11 de agosto de 1882. Falleció dos días después de una peritonitis que se le presentó por las agresiones.
Por su parte, el matrimonio Núñez-Labrador fue bárbaramente asesinado el 3 de diciembre de 1882 en su granja de Trebujena. Por el asesinato fueron detenidos Juan Galán, Francisco Moyuelo y Andrés Morejón.

Al día siguiente, en el cortijo de la Parrilla, una partida formada por Cristóbal Fernández Torrejón, Gregorio Sánchez Novoa, Manuel Gago, José León Ortega, Gonzalo Benítez, Antonio Valero, Salvador Moreno Piñero, Rafael Giménez y Roque Vázquez asesinan a Bartolomé Gago, más conocido como «Blanco de Benaocaz», y entierran su cadáver.

El 4 de enero de 1883, es Antonio Vázquez quien muere en el ferrado de su propiedad en Grazalema, a puñaladas de Francisco Prieto, Diego Maestre, José Doblado y Antonio Roldán.
A estos crímenes, para los que hubo detenidos y posteriormente condenados, habría que añadir el crimen de Bornos, donde es asesinado el labrador Antonio Heredia y heridos de consideración su mujer Herminia Santaolalla y su hijo; el asesinato en su domicilio de Grazalema de Juan Calvente Ríos; el de Rufino Giménez Antolín en el Puerto de Santa María; la muerte a golpes de azadón de Román Benítez Gil en Ribera de Gondomar; y el asesinato de Miguel García Biedma en el cortijo de Bernala. Todos estos crímenes quedaron sin resolver, por no poder averiguarse sus autores.
Los asesinos de Olivera fueron condenados a cadena perpetua y a 17 años de reclusión, con lo que su condena fue algo más leve. Sin embargo, los tres asesinos del ventero Antonio Vázquez fueron condenados a muerte. Asimismo, en el juicio relativo al matrimonio asesinado Juan Galán, que fue considerado autor de las dos muertes, también fue condenado a la pena capital.
Pero el superproceso por excelencia, sin lugar a dudas, es el del Blanco de Benaocaz. Es en este juicio en el que se produce el récord, verdaderamente difícil de igualar, de ocho penas de muerte en un solo fallo.

En el juicio hubo 16 imputados y se escuchó el testimonio de 48 testigos. Estos testigos, sin embargo, no sirvieron para fijar la autoría del crimen. En realidad, ésta se estableció procesalmente porque los propios imputados quisieron. El anarquismo ibérico, en tanto que ideología rabiosamente individualista, ponía mucho el acento en la asunción de responsabilidades. Manuel Gago, uno de los imputados, confesó su participación casi fríamente. Confesó que había recibido la orden de matar al Blanco, que para colmo era su primo. Eso, sin embargo, no le supuso problema porque, declaró ante el juez, si le hubieran ordenado matar a su padre lo mismo lo habría hecho.

El motivo del crimen no fue que el asesinado fuese un explotador. Era un antiguo miembro de la organización que se había apartado de la misma. Francisco y Pedro Corbacho, Manuel y Bartolomé Gago, Cristóbal Fernández Torrejón, José León Ortega, Gregorio Sánchez Novoa y Juan Ruiz fueron condenados a la pena de muerte por asesinato con los agravantes de nocturnidad, premeditación, alevosía, despoblado y cuadrilla. Por su parte Roque Vázquez, Gonzalo Benítez, Salvador Moreno Piñero, Rafael Giménez Becerra, Agustín Martínez, Antonio Valero y Cayetano Cruz fueron condenados a 17 años y 4 meses de reclusión. José Fernández Barrios fue condenado sólo por responsabilidad civil, sin cárcel.

Tras la apelación al Supremo, fallida, las ejecuciones se verificaron el 14 de junio de 1884, con el mismo garrote vil que había segado la nuca del cura Merino. Participaron tres verdugos, los de Madrid, Burgos y Albacete, percibiendo su soldada más una onza de oro por ejecutado. Sólo hubo siete ejecuciones porque José León Ortega fue eximido de la pena por haberse vuelto loco en la cárcel.

La Mano Negra murió con el último de aquellos ajusticiados. Muchos de sus miembros fueron desterrados a las colonias, aunque algunos volverían con cuentagotas años después, cuando sus procesos se revisaron. Pero lo que no murió fue el anarquismo rural andaluz. A principios de la última década del siglo, el bakuninista madrileño Félix Grávalo se desplazó a Cádiz para captar adeptos y, bajo su organización, se volvieron a levantar células ácratas. Suya fue la inspiración para la acción del 8 de enero de 1892, cuando varios cientos de jornaleros intentaron tomar el pueblo gaditano de La Caulina para crear en él un cantón anarquista. En los gravísimos incidentes que siguieron fueron asesinadas dos personas, el viajante José Soto y el escribiente Antonio Palomino, al parecer porque los alzados encontraron que tenían las manos demasiado suaves para ser trabajadores. Por estos actos fueron enviados al garrote José Fernández Lamela, Manuel Silva Leal, Antonio Zarzuela Pérez y Manuel Fernández Reina; y a cadena perpetua Félix Grávalo, Manuel Calvo Caro, Antonio González Macías y José Romero Lamas.

A partir de ahí el anarquismo deriva hacia el anarcosindicalismo, y comienza a utilizar la huelga como elemento de presión. Pero la violencia sigue ahí, como bien demuestran, ya en la República, los hechos de Casas Viejas.

Cárcel de Cádiz donde estuvieron los presos de la Mano Negra, La Ilustración Española y Americana, Madrid, abril 1883 (Archivo La Alcarria Obrera)

http://historiasdehispania.blogspot.com.ar/2010/02/la-mano-negra.html

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Versión 2


La Mano Negra sociedad secreta o manipulación de Estado

La Mano Negra era una sociedad secreta andaluza en la España de finales del s. XIX que atentaba contra la vida e integridad de una burguesía opresora.
La Mano Negra era una sociedad secreta española del siglo XIX, cargada de misterio y temor. Se la presentaba como un grupo armado que no tenía problema en recurrir al asesinato para imponer sus ideas.

¿Qué era la Mano Negra?
La Mano Negra supuestamente estaba constituída por obreros de ideas anarquistas que se rebelaban ante el sistema de trabajo esclavista que mantenían los latifundistas en la Andalucía de finales del s. XIX. Tomando actitudes extremistas y recurriendo al terrorismo, atentando tanto contra los cultivos como contra la vida de sus “enemigos”.

Los orígenes de la Mano Negra se datan en el año 1881, época de malas cosechas y de hambre para los jornaleros, por lo que existía mucha tensión social. Entonces se constituía la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), de filosofía anarquista. Y la Mano Negra, supuestamente, surgiría como el brazo armado de ésta y otras agrupaciones obreras.

Los supuestos atentados de la Mano Negra
El primer supuesto atentado de la Mano Negra se produce el 13 de agosto de 1882 cuando el guardia rural Fernando Olivera Montero, vecino de Arcos, presuntamente muere de un disparo. Aunque en principio se explicó que se disparó accidentalmente con su propia escopeta. Meses después una anónimo denunció que la muerte de Olivera se debía a una paliza que le habían dado miembros de la Mano Negra por negarse a formar parte de esta sociedad secreta.
El siguiente atentado atribuido a La Mano Negra se produjo el 4 de diciembre de 1882 en la madrugada, efectúando los asesinatos de Juan Núñez Chacón y su esposa, María Labrador, propietarios de una pequeña venta en el camino de Jerez a Trebujena. El crimen presuntamente fue cometido por 6 miembros de la Mano Negra, de los cuales murió uno de un disparo defensivo del ventero, los restantes fueron detenidos al día siguiente.

El tercero y más famoso supuesto atentado de la Mano Negra fue el asesinato de Bartolomé Cago Campos alias “Blanco de Benaocaz”, entre finales de noviembre y principios de diciembre de 1882, en el llamado cortijo La Parrilla, en Jerez. Lo cierto es que las causas del asesinato se presentaban confusas. Los acusados confesaron pertenecer a una asociación de trabajadores vinculada a la FTRE, pero en ningún caso a ninguna sociedad secreta.
Por último, el supuesto atentado que culmina con la lista de crímenes atribuídos a la Mano Negra es el más insustancial si cabe. Es el de “La Posada de Cuatro Caminos” a 2 de abril de 1883, donde cuatro hombres asesinan al ventero Antonio Vázquez; éstos son detenidos poco después. El móvil es, claramente, el robo, pero enseguida cayó la acusación de pertenecer a la ya famosa y temida sociedad secreta la Mano Negra.

Los Juicios a la Mano Negra

Los acusados de los atentados supuestamente cometidos por la Mano Negra fueron juzgados. Estos juicios se fueron celebrando a lo largo de 1883. Fueron procesos llenos de inconsistencias para convertir lo que, probablemente, eran crímenes comunes aislados (posiblemente propiciados por el hambre en los campos) en un complot de la Mano Negra.

La prueba presentada por las autoridades consistía en la existencia de un manuscrito con el reglamento de la Mano Negra. Encontrado por los agentes de la Guardia Civil en el campo bajo una piedra, algo un tanto inverosímil. Pero estas causas contra la Mano Negra prosperaron llegando a 15 condenas de muerte que fueron realizadas el cinco de abril de 1884. Siete de las cuales fueron ejecuciones públicas en la Plaza de Jerez.

Mano Negra - Montaje de estado
Ya en la época, intelectuales y destacados miembros de la sociedad española decían que la Mano Negra no existía y que era un montaje con el fin de desprestigiar los pujantes movimientos obreros que surgían a la sombra de la explotación sufrida por los jornaleros en el campo andaluz.

Como el periodista y cronista de Jerez, Manuel Cancela, que escribió su opinión al respecto en la guía de Jerez de 1884, en la cual asegura: “La Mano Negra propiamente dicha es un aborto de la imaginación”. También el político, periodista y escritor jerezano Ramón de Cala, en su libro “El problema de la miseria resuelto por la armonía” (1884), dice por ejemplo: “La Mano Negra es un mito, que no ha existido, ni existe”.

Investigadores actuales mantienen la tesis principal de que fue una maniobra del gobierno del presidente Mateo Sagasta, para crear animarversión hacia los movimientos obreros andaluces como el FTRE. Es el tipo de maniobra de algunos servicios secretos que otros países han usado con las sociedades secretas, como se puede ver en el artículo “Sociedades secretas, sectas y servicios secretos”.

http://suite101.net/article/la-mano-negra-sociedad-secreta-o-manipulacion-de-estado-a25369

domingo, junio 24, 2012

La masacre de Kronstadt


El levantamiento de Kronsstadt




Tras la Revolución de Octubre de 1917, con el golpe de mano del Partido Bolchevique haciéndose con el poder del Estado, dos posturas revolucionarias movían el espíritu de los proletarios.

Estatua del Zar





Por una parte se enmarcaban las tesis de los bolcheviques partidarios de una concepción centralizada del poder y la sumisión de todos los aparatos económicos, políticos y sociales a la disciplina del partido y del Estado. Frente a ellos se concentraba una concepción federalista de la sociedad donde los proletarios y campesinos directamente llevarían su vida y gestionarían la política, la economía y lo social. Esto seria el socialismo de acción, EL ANARQUISMO. Junto con la guerra civil rusa (1918-21) que se estaba llevando adelante, el gobierno bolchevique procedió a la purga de los elementos hostiles a su política, entre ellos los Anarquistas. A través de la La Cheka, policía política de Lenin, se procedió a la detención de todos los elementos que tuvieran bajo la dirección del partido, cuando también se procedió a su EXTERMINACIÓN.



A raíz de esto, junto a medidas económicas que se implementaban desde el llamado comunismo de guerra, se produjeron diversos alzamientos fruto de ese malestar. En este panorama se produce el alzamiento de Kronstadt (que junto con el ideal de Makhno son las luchas por el socialismo libertario).

Kronstadt protestaba por la falta de libertad y de oportunidades que el gobierno bolchevique ofrecía. Sus reivindicaciones se limitaban a pedir soviets libres, libertad de prensa y reunión para todos los grupos socialistas y la libertad de los presos políticos social-revolucionarios y anarquistas. También pedían que los bolcheviques no ejercieran más poder sobre el proletariado sino que fueran los trabajadores mismos los que dirigieran y administraran su producción y su vida. El lema de Kronstadt era: ¡Viva Kronstadt roja con el poder de los soviets libres! Se constituyo un soviet en los acorazados Petropavloks y Sebastopol, teniendo como personajes mas destacados a los simpatizantes anarquistas Petrichenko y Perepelkin. Como se ve sus reivindicaciones eran justas, enmarcadas dentro del proyecto socialista y libertario.





Pero sin embargo frente a las antes mencionadas tesis benevolentes se alzo un aparato burocrático-estatal que bajo la capa del socialismo ahogo la verdadera revolución. El gobierno bolchevique, sobre todo con Trotzky y Zinoviev a la cabeza, monto una campaña de difamación contra Kronstadt con el objetivo de atacar la revolución. Trotzky, dirigente del Ejercito Rojo y comisario de Asuntos Exteriores, en 1917 afirmo que Kronstadt era “la flor y nata de la Revolución”, para cuatro años después tacharla como “la canalla contra-revolucionaria”. Se empezó a afirmar que Kronstadt iba a vender Rusia a los ejércitos blancos del zar, que la sublevación estaba dirigida por zaristas y que solo era una maniobra contra-revolucionaria de social-revolucionarios y mencheviques contra la Rusia bolchevique. Todo era una campaña de mentiras ante el temor a la verdadera revolución que iba a destronar definitivamente a los nuevos zares. Bajo unos falsos planes de negociación se estaba gestando el ataque. Ante las palabras de Trotzky “os aplastaremos como perdices”, los anarquistas de Petrogrado, Emma Goldman, Alexander Berkman, Perkus y Petrovsky dirigieron un escrito a Zinoviev para la acción. Pero nada es posible. Todo el partido bolchevique esta de acuerdo en que habia que aplastar Kronstadt. Y ese ataque tenia que ser inmediato, pues si se llegaba a la epoca del deshielo seria imposible atacar. Así pues, el 7 de marzo de 1921, a las 18:45 horas, Trotzky, Toutjachevsky y Dibenko dieron la orden de bombardear. Aunque Kronstadt resistio, el 18 de marzo los bolcheviques la toman definitivamente.

Fue el fracaso de la revolución. Los verdaderos contrarrevolucionarios eran aquellos que decían defender la revolución soviética. Tras el fracaso de Kronstadt la represión continuo y, con la llegada de Stalin al poder pocos años después, se multiplico. Paginas tan brillantes como la de Kronstadt solo se escribiera con la epopeya de Makhno en Ucrania y sobre todo con la Revolución Social Española de 1936. Que Kronstadt no quede en el olvido. Que aquellos luchadores no eran contrarrevolucionarios como los marxistas los presentan, sino combatientes por un ideal de justicia. En la mente de muchos, ejemplos como el de la revolución de Kronstadt siguen y seguirán latentes.

miércoles, junio 06, 2012

Arte, poesía y anarquismo - Vladimir Mayakovsky


El 14 de abril de 1930, Vladimir Mayakovsky, reconocido entonces como el poeta más grande
de la Rusia moderna, cometió suicidio. No fue el único poeta ruso moderno que se quito la vida:
Yesenin y Bagritsky, hicieron lo mismo, y no eran poetas insignificantes. Pero Mayakovskyfué
en un sentido excepcional; fue la inspiración del movimiento revolucionario en la literatura rusa,
un hombre de gran inteligencia y de estilo inimitable. Las circunstancias que determinaron su
muerte son oscuras, pero él ha dejado un trozo de papel donde escribió este poema:

Como suele decirse / “el incidente queda terminado”. / La barca del amor / se destrozó contra
las costumbres. / Pague mis cuentas con la vida. / No hace falta enumerar / las ofensas mutuas,
los daños y las penas. / Adiós y buena suerte.





No hace falta enumerar. No hace falta detallar las circunstancias que llevaron a la muerte del
poeta. Hubo evidentemente un asunto de amor, pero, para sorpresa nuestra, hubo también las
costumbres, las convenciones sociales contra las cuales se destrozó esa barca de amor,

Mayakovsky fue en un sentido muy especial el poeta de la Revolución; él celebro su triunfo y
sus progresivas conquistas en versos que tenían toda la vitalidad y el apremio del
acontecimiento. Pero debía parecer de su propia mano, como cualquier mísero introvertido
subjetivista del capitalismo burgués. La Revolución no había creado evidentemente una
atmósfera de confianza intelectual y de libertad moral.

Podemos comprender la muerte de García Lorca, fucilado por los fascistas en Granada en
1936, y extraer de ella coraje y resolución. En fin de cuentas, un odio no disimulado contra los
poetas es preferible a la callosa indiferencia de nuestros propios gobernantes. En Inglaterra los
poetas no son considerados como individuos peligrosos, sino simplemente como gente que
pueda ser ignorada. Dadles un empleo en una oficina, y si no quieren trabajar dejadles que
mueran de hambre...

En Inglaterra como en Rusia, en Alemania como en América ocurre la misma cosa. De modo de
otro, el poeta es sofocado. Tal es el destino de la poesía en todo el mundo. Es el destino de la
poesía en nuestra civilización, y la muerte de Mayakovsky sólo prueba que en ese respecto la
nueva civilización de Rusia es simplemente la misma civilización disfrazada. No son los poetas
los únicos artistas que lo sufren; los músicos, los pintores y escultores están en la misma barca
del amor que se estrella contra las costumbres del Estado totalitario. La guerra y la revolución
no crearon nada para la cultura porque no crearon nada para la libertad. Pero es éste un modo
demasiado vago y grandilocuente para expresar una sencilla verdad. Lo que quiero decir
realmente es que para las civilizaciones doctrinarias que son impuestas en el mundo -
capitalistas, fascistas, marxistas- excluyen por su propia estructura los valores en los cuales y
por los cuales viven los poetas.

El capitalismo no combate en principio a la poesía; simplemente la trata con indiferencia,
ignorancia y crueldad inconsciente. Pero en Rusia, Italia, Alemania, como todavía en la España
fascista, no hubo ignorancia ni indiferencia y la crueldad fue una deliberada persecución que
llevo a la ejecución o al suicidio. Tanto como el fascismo como el marxismo tiene conciencia del
poder que tiene el poeta, y por que el poeta es poderoso, quieren usarlo para sus propios fines
políticos. La concepción del Estado totalitario implica la subordinación de todos sus elementos a
un control central y entre esos electos, los valores estéticos de la poesía y de las artes en
general no son los menos importantes.

Esta actitud hacia al arte se remota a Hegel, en que tienen una fuente común el marxismo y el
fascismo. En su afán de establecer la hegemonía del espíritu o de la Idea, Hegel encontró
necesario relegar al arte, como producto de la sensación, a una etapa histórica superada de la
evolución humana. El arte es considerado como una forma primitiva del pensamiento o como
una representación que ha sido gradualmente superada por el intelecto o la razón; y, por
consiguiente, en nuestra actual etapa de desarrollo debemos poner a un lado al arte, como aun
juguete desechado.

Hegel fue bastante justo en su estimación del arte; fue victima de los conceptos evolucionistas
de su tiempo, y aplica esos conceptos al espíritu humano, donde los mismos no operan. El
intelecto no se desarrolla mejorando o eliminando las sensaciones o los instintos primarios, sino
suprimiéndolos. Esos instintos y sensaciones quedan sumergidos pero clamantes, y el arte es
con mucho más necesario hoy que en la Edad de Piedra. En la Edad de Piedra fue un ejército
espontáneo de facultades innatas, como lo es todavía para los niños y los salvajes. Pero para el
hombre civilizado el arte ha llegado a ser algo mucho más serio: la liberación (generalmente
indirecta) de las represiones, una compensación por las abstracciones del intelecto. No
pretendo que esta sea la única función del arte: es asimismo, un medio necesario para adquirir
conocimientos de ciertos aspectos de la realidad.

Cuando Marx dio vueltas a Hegel de arriba abajo o de adentro afuera, acepto aquel esquema
evolucionista, es decir, admitió la relegación del arte de Hegel hacia la infancia de la
humanidad. Su dialéctica del materialismo es el trastrocamiento de la dialéctica del espíritu de
Hegel, pero puesto que el arte ya había sido eliminado del dominio del espíritu, fue dejado fuera
de la negación de ese dominio. Es verdad que hallaréis en las obras de Marx y de Engel,
algunas vagas y aun incomodas referencias del arte; es una de las superestructuras
ideológicas, de lo cual se a de dar razón mediante el análisis económico de la sociedad. Pero
no hay un reconocimiento del arte como un factor primario en la experiencia humana, del arte
como modo de conocimiento o como medio para aprender el sentido o la calidad de la vida.
De modo similar, ese desarrollo del pensamiento de Hegel, que acepto y afirmo su jerarquía del
espíritu y que puso en práctica su concepto de un Estado autoritario supremo, redujo
necesariamente al arte a un papel subordinado y servil. El fascismo ha hecho quizá algo peor:
ha insistido en una interpretación puramente racional y funcional del arte. El arte se convierte,
no ya en un modo de expresar la vida de la imaginación, sino en un medio para ilustrar los
conceptos de la inteligencia.

En este aspecto, el marxismo y el fascismo, los hijos pródigos y respetuosos de Hegel, se
encuentra nuevamente, y llegara a reconciliarse inevitablemente. No hay la menor diferencia, en
la intención, en el control y en el producto final, entre el arte de la Rusia marxista y el arte de
Alemania nazista. Es verdad que el uno es urgido a celebrar las realizaciones del Socialismo y
el otro a exaltar los ideales del nacionalismo; pero el método necesario es el mismo, un
realismo retórico, privado de inventiva, de imaginación deficiente, que renuncia a la sutileza y
exalta lo trivial.

No propongo repetir aquí los argumentos habituales contra el realismo socialista como tal. Sus
productos son tan pobres, de acuerdo con cualquier norma conocida en la historia del arte, que
tales argumentos son realmente innecesarios. Más importante es señalar la relación positiva
que existe entre el arte y la libertad individual.

Si consideramos a los más grandes artistas y poetas del mundo -y la cuestión de su grandeza
no interesa, lo que voy a decir es verdad, para todo poeta o pintor que haya sobrevivido la
prueba del tiempo- podemos observar en ellos un cierto desarrollo. Ciertamente, trazar ese
desarrollo en un poeta como Shakespeare, en un pintor como Ticiano o en un músico como
Beethoven, es hacer en parte una explicación de la permanente fascinación de sus obras.
Podemos correlacionar ese desarrollo con algunos incidentes de sus vidas o con circunstancias
propias de su tiempo. Pero el proceso esencial es el de una semilla que cae en un terreno fértil,
germina y crece y a su debido tiempo da sus frutos maduros. Ahora bien; tan cierto como que la
flor y el fruto están implícitos en la sola semilla, es que el genio del poeta o del pintor esta en el
interior del individuo. El suelo debe ser favorable, la planta debe ser nutrida; el viento u otros
accidentes podrán torcerla. Pero el crecimiento es único, la configuración es única, el fruto es
único. Todas las manzanas son semejantes, pero no hay dos que sean iguales. Pero no es eso
solo; el genio es el árbol que produce el fruto desconocido, las manzanas de oro de las
Hespérides. Pero Mayakovsky era un árbol que un año debía producir ciruelas de tamaño y
apariencias uniformes; algunos años más tarde, tenia que producir manzanas; y, más aún,
pepinos. ¡No es extraño que se haya quebrado bajo una tensión tan antinatural!
En la Rusia soviética, toda obra de arte que no sea simple, convencional y conformista, es
denunciada como “individualismo pequeño burgués”. El artista debe tener una finalidad, y
solamente una: suministrar al público lo que el público quiere. Las frases varían en Italia y en
Alemania, pero el efecto es el mismo. El publico es la masa indiferenciada del Estado
colectivista y lo que ese publico quiere -es lo que ha querido a través de historia- son melodías
sentimentales, copias de ciego, mujeres hermosas sobre las tapas de las cajas de chocolate:
todo lo que los alemanes llaman con la vigorosa palabra Kitsch.

Los marxistas pueden protestar que estamos prejuzgando sobre el resultado de un
experimento. Las artes deben volver a una base popular y desde esa base, por un proceso de
educación, serán elevadas a un nuevo nivel universal, tal como el mundo no ha conocido aún.
Es claramente concebible un arte tan realista y lírico, digamos, como Shakespeare, pero libre
de esas oscuridades e idiosincrasias personales que echan a perder la perfección clásica de
sus dramas; o un arte tan clásicamente perfecto como el de Racine, pero más intimo y más
humano; el fondo de Balzac unido a la técnica de Flaubert. No podemos afirmar que la tradición
individualista que ha producido a esos grandes artistas, haya alcanzado las más altas cúspides
del genio humano. ¿Pero hay acaso en la historia de cualquiera de las artes hay alguna prueba
de que obras de esa calidad extraordinaria pudieran ser producidas de acuerdo con un
programa? ¿Hay alguna prueba de que la forma y la finalidad de una obra de arte pueden ser
predeterminadas? ¿Hay alguna evidencia de que el arte en sus más altas manifestaciones
pueden apelar, más que a una minoría relativamente pequeña? Incluso si admitimos que el
nivel general de la educación podrá ser elevado hasta el punto de que no haya excusa para la
ignorancia, ¿no será compelido el genio del artista, por este mismo hecho, a buscar aún más
altos niveles de expresión?

En la U. R. S. S. el artista es clasificado como un trabajador. Todo eso está bien, pues el
privilegio social del artista nada tiene que ver con la calidad de su obra y aún puede ser
dedicadamente perjudicial para ésta. Pero construye una fundamental incomprensión de la
facultad de creación, si el artista es tratado como cualquier otro tipo de productor y obligado a
rendir producción en un tiempo especificado. La vena de la creación o inspiración se extingue
rápidamente bajo ese régimen de dureza. Esto ha de ser evidente. Lo que no es tan evidente es
que las leyes de la oferta y la demanda en arte son muy diferentes que las que rigen en
entretenimiento y también se puede admitir que entonces se trata de la cuestión de ofrecer un
artículo popular de tipo especificado. Pero, mientras vamos a un entretenimiento para
distraernos, para olvidar un par de horas nuestra rutina diaria, para escapar de la vida, nos
volvemos hacia la obra de arte de modo muy diferente. Para expresarlo cruda, pero
vigorosamente, p’ara ser levantados en vilo. El poeta, el pintor o el músico, si es algo más que
creador de diversiones, es un hombre que nos lleva hacia una alegre o trágica interpretación del
sentido de la vida; que predice nuestro destino humano o que celebra la belleza o la
significación de la naturaleza que nos rodea; que crea en nosotros el asombro y el terror de lo
desconocido. Tales cosas sólo pueden ser hechas por alguien que posee una sensibilidad
superior y un profundo conocimiento interior. De alguien que en virtud de sus dones naturales
se mantiene alejado de la masa, no ya por desdén, sino simplemente porque sólo ejercer sus
facultades desde cierta distancia, en la soledad. Los momentos de la creación son silenciosos y
mágicos, un trance o arrobamiento durante el cual el artista se halla en comunión con fuerzas
que subyuguen el plano habitual de la emoción y el pensamiento. He ahí algo del hombre de
acción, el político y el fanático no pueden comprender. Esto suele reprobar al artista y le obligan
a entrar en el tumulto de las actividades prácticas, donde sólo podrá producir mecánicamente,
de acuerdo con moldes intelectuales predeterminados. En tales condiciones no puede
producirse una obra de arte, sino sólo una estéril y deleznable apariencia de lamisca. Obligado
a producir en tales circunstancias el más sensitivo caerá en la desesperación. In extremis, como
en el caso de Mayakovsky, apelara al suicidio.

miércoles, mayo 30, 2012

Evolución, revolución, anarquismo y traición



La evolución es el movimiento infinito de cuanto existe, la transformación incesante del Universo
y de todas sus partes, desde los orígenes eternos y durante el infinito del tiempo. Las vías
lácteas que aparecen en los espacios sin límites, que se condensan y se disuelven durante
millones y millones de siglos, las estrellas, los astros que nacen, se agregan y mueren, nuestro
torbellino solar con su astro central, sus planetas y lunas, y, en los límites reducidos de nuestro
pequeño planeta, las montañas que surgen y desaparecen, los océanos que se forman para
luego agotarse, los ríos que fertilizan los valles y se secan como tenue rocío matutino, las
generaciones de plantas, de animales y de hombres que se suceden, y los millones de vidas
imperceptibles, desde el hombre hasta el mosquito, no son sino manifestaciones de la gran
evolución, que arrastra todo en su torbellino sin fin.
Comparativamente con este hecho primordial de la evolución y de la vida universal, ¿qué son
todos esos pequeños acontecimientos llamados revoluciones astronómicas, geológicas o
políticas? Vibraciones casi insensibles, apariencias podríamos decir. En la evolución universal
las revoluciones se suceden por millones y millones de miríadas, y por insignificantes que sean
forman parte de ese movimiento infinito.
La ciencia no establece ninguna diferencia entre las dos palabras -evolución y revolución-, cuyo
parecido es grande, no obstante ser empleadas en el lenguaje común en un sentido
completamente distinto de su significación primitiva.
Lejos de ver en ellas hechos de un mismo orden, que sólo difieren por la amplitud del
movimiento, los hombres tímidos, a quienes cualquier cambio llena de espanto, pretenden dar a
los dos términos una significación absolutamente opuesta. La Evolución, sinónimo de desarrollo
gradual, continuo en las ideas y las costumbres, es presentada como la antítesis de esta otra
horrorosa palabra, la Revolución, que implica cambios más o menos bruscos en los
acontecimientos. Con entusiasmo aparente o hasta sincero, hablan de la evolución y de los
progresos lentos que se efectúan en las células cerebrales, del secreto de las inteligencias y de
los corazones; pero no pueden consentir que se mencione siquiera la abominable revolución,
que se escapa súbitamente de los espíritus para hacer explosión en las calles, acompañada
casi siempre de gritos espantosos de multitud, ruidos y choques de armas.
Consignemos primero que es dar pruebas de ignorancia establecer entre la evolución y la
revolución un contraste de paz y de guerra, de calma y de violencia. Las revoluciones pueden
hacerse pacíficamente, por consecuencia de una modificación súbita del medio que provoque
un repentino cambio en los intereses; asimismo, las evoluciones pueden ser muy rudas,
mezcladas con guerras y persecuciones.
Si la palabra evolución es aceptada con entusiasmo por los mismos que miran con espanto a
los revolucionarios, es porque no se han dado cuenta de su valor, pues lo que la palabra
significa en sí no pueden admitirlo en modo alguno. Hablan del progreso en términos generales,
pero rechazan el progreso en particular. Ven la sociedad actual tal cual es, reconocen que es
mala pero que, sin embargo, debe conservarse porque en ella pueden realizar su ideal: riqueza,
poder, consideración, bienestar. Puesto que hay ricos y pobres, poderosos y sometidos, amos y
esclavos, Césares que ordenan el combate y gladiadores que van a morir en él, las gentes
listas no tienen más que ponerse del lado de los ricos y de los amos, hacerse cortesanos de los
6
“Evolución, revolución y anarquismo” de Eliseo Reclus
Césares. Esta sociedad da pan, dinero, colocaciones, honores; y bien, que los hombres
ingeniosos se las arreglen de modo que puedan tomar la mayor cantidad posible de cuantos
presentes brinda el destino. Si la buena estrella al presidir su nacimiento les ha dispensado de
toda lucha dándoles por herencia lo necesario y lo superfluo, ¿de qué pueden quejarse?
Procuran convencerse de que todo el mundo está tan satisfecho como ellos: Para el ahíto todo
el mundo ha comido según su apetito. En cuanto al egoísta a quien la sociedad no ha dado
riqueza desde la cuna, y que por sí mismo está descontento con el estado de cosas, al menos
puede conquistar su empleo poniendo en juego la adulación o la intriga, por un feliz golpe de la
suerte o trabajando al servicio de los poderosos. ¿Qué será para estos seres la evolución
social? ¡Evolucionar hacia la fortuna es su única ambición! Lejos de buscar la justicia para
todos, les basta con conquistar el privilegio para sí mismos.
Existen, sin embargo, espíritus timoratos que creen honestamente en la evolución de las ideas,
que confían vagamente en una transformación correspondiente de las cosas, y que no obstante,
por un sentimiento de miedo instintivo, casi físico, quieren evitar, al menos durante su vida, toda
revolución.


jueves, mayo 17, 2012

Kurt Wilckens, el vindicador.




Esta es la historia de Kurt Gustav Wilckens, anarquista. Hijo de August Wilckens y Johanna Harms. Nació un 3 de noviembre de 1886 en Bramstedt, distrito de Segeberg, provincia de Schlegwig-Holstein, en lo que fue la Alemania del Norte lindando con Dinamarca.
Aquel hombre, alto, de cabellos rubios, ojos color azul claro, y frente ancha, había estudiado jardinería, e ingresado en 1906 durante dos años, al servicio militar en la primera compañía del Garde-Schutzen-Bataillons prusiano. Luego en 1910, al viajar a los Estados Unidos para perfeccionarse en su oficio, conoce, trabajando junto a sus compañeros de aventuras en las cosechas, las ideas libertarias.


Principalmente estudian las de Leon Tolstoi.
Antes de arribar a Buenos Aires el 29 de septiembre de 1920, Wilckens tiene un primer conflicto con los organismos represivos de Estados Unidos. En una fabrica de pescados, en donde él trabajaba, dirigió una acción realmente curiosa. Se envasaban pescados en escabeche y en conserva, pero había dos calidades de mercancía: los mejores iban a parar en envases de lujo a los almacenes de la burguesía, y el resto se colocaban en envases baratos para venderlos en barrios obreros. El mismo convenció a sus compañeros de fabrica y procedieron al revés: pusieron las mejores partes en los envases baratos y las destinaron a los barrios obreros. El alemán, fue expulsado y se fue a trabajar a las minas de carbón.
Desde 1916 enfrenta una seguidilla de huelgas, que posteriormente le costaran la deportación a su país natal el 27 de marzo de 1920. Al llegar nuevamente a Alemania, se pone en contacto con sus compañeros de ideas en Hamburgo, donde se entera que en la Argentina existe un ferviente movimiento obrero libertario.
Ya en nuestro país trabajo en las quintas frutales de Cipolletti, en Rió Negro, y luego como estibador donde tomo contacto con los trabajadores rurales y sus organizaciones obreras.
Ya en 1922, llegaban a Buenos Aires las noticias de lo que estaba sucediendo con las matanzas en la Patagonia: Wilckens seguirá con intensas expectativas el movimiento patagonico; apenas conocía el español pero se esforzaba por interpretar las noticias de la expedición del 10 de Caballería a cargo del Tte. Cnel. Héctor Benigno Varela.
El anarquista era corresponsal de dos periódicos alemanes: Alarm de Hamburgo (órgano oficial de la Federación Libertaria Anarquista y de las Comunidades Libertarias de trabajadores de Alemania) y Der Syndicalist de Berlin, correspondiente a la Unión de Trabajadores Libertarios de Alemania (anarco-sindicalista). Los informes sobre el fusilamiento de los trabajadores rurales patagónicos lo conmocionaron. La idea de los sufrimientos de esos pobres peones lo atormentaba. El había conocido al trabajador patagonico cuando estuvo en Rió Negro y en villa Iris, en el sur bonaerense. Los amaba entrañablemente por su sentido de la amistad, por su hospitalidad, por su humildad y sus pocas palabras. La injusticia que se engendraba en el fusilamiento de esos hombres de campo por profesar ideas libertarias, (además de que él comprendía de que solo querían el bien de la humanidad), determinaría definitiva y sentencialmente su accionar posterior.

Los obreros de Santa Cruz merecían justicia. Esa particular idea a la que los anarquistas llaman "justicia proletaria" comenzó a girarle en su cabeza. Suprimir a Varela, aquel militar responsable de los fusilamientos de 1922 de los 1.500 obreros patagónicos bajo la presidencia de Hipólito Yrigoyen, lo seducía desde hacia tiempo.
Cuando sus compañeros de cuarto estuvieron de viaje, pudo despistar a la policía acerca de su domicilio. Hasta los propios amigos pensaban que se había marchado a México o a Estados Unidos; pero la realidad era que el alemán estaba preparando, en silencio, el atentado, para que ningún otro compañero pueda salir perjudicado.
Andrés Vázquez Paredes, vinculado a los grupos expropiadores, será el que le dará el explosivo. Es evidente que Wilckens para llevar a la practica su atentado tomo contacto con estos grupos, que por ese entonces operaban dentro del anarquismo: él no tenia idea de como se fabricaba una bomba. A pesar de su formación tolstoiana y pacifista, comprendía a los compañeros mas violentos que no podían soportar la violencia de los patrones y gobiernos.
Entonces llego el momento. Alrededor de las 7 de la mañana del 25 de enero de 1923, Varela salió de su domicilio de la calle Fitz Roy y se encontró encarnada en el firme rostro de Wilckens, a la ferviente furia de los 1.500 obreros patagónicos asesinados bajo su mando. Diecisiete heridas graves: doce producidas por la bomba y cinco balazos en la parte superior del cuerpo, sentenciaron los médicos legalistas Klappernbach y del Solar. Al alemán no le tembló la mano, pero en su camino paso lo imprevisto: una niña se cruzo entre el "fusilador fusilado" y él. Se llamaba Maria Antonia Palazzo, de 10 años de edad. La actitud de cubrirla con su propio cuerpo para que no recibiera ninguna esquirla lo había perdido: las heridas recibidas en las piernas le impidieron la huida. Cuando noto que tenia huesos quebrados en las piernas vio que cualquier intento de escapar resultaría en vano y no resistió.
Ahora estaba allí, en la comisaría, en lo peor. Allí, indefenso, frente a los que querían y exigían saberlo todo: "Fui yo solo. Único autor. Yo fabrique la bomba sin ayuda. Acto individual.", explico Wilckens, a lo que unos meses mas tarde agregará en una carta fechada el 21 de mayo de 1923; "No fue venganza; yo no vi en Varela al insignificante oficial. No, él era todo en la Patagonia: gobierno, juez, verdugo y sepulturero. Intente herir en él al ídolo desnudo de un sistema criminal. Pero la venganza es indigna de un anarquista!!. El mañana, nuestro mañana, no afirma rencillas, ni crímenes, ni mentiras; afirma vida, amor, ciencia, trabajemos para apresurar ese día".

Meses mas tarde Wilckens seria asesinado en la cárcel por un miembro de la Liga Patriótica Argentina, Ernesto Pérez Millán.


http://www.youtube.com/watch?v=D_dSOU04uHo
http://www.youtube.com/watch?v=p1DrAnuQ4FU
http://www.youtube.com/watch?v=zepjz8ki0Jk
http://www.youtube.com/watch?v=nwo68vtNPZU
http://www.youtube.com/watch?v=rJcD__gML1A